López, Alejandro José. El arte de la novela en el Post-boom latinoamericano. Cali: Universidad del Valle. 2017. Impreso.

EL ENSAYO COMO RIESGO Y REITERACIÓN:
"El arte de la novela en el Post-Boom latinoamericano"

Hernando Urriago Benítez1
E-mail: hernando.urriago@correounivalle.edu.co

En su ya clásica antología El ensayo hispanoamericano del siglo XX, John Skirius decía que nuestro ensayo tiene cuatro impulsos determinantes: "confesarse, persuadir, crear arte, informar". A estos, representados en alto grado por ese arco reflexivo y literario que va de Alfonso Reyes a Ernesto Sábato, por ejemplo, yo agregaría otro más: arriesgarse.

Porque viniendo ahora a las páginas de El arte de la novela en el Post-Boom latinoamericano, y a buena parte del trabajo ensayístico de Alejandro José López (Tuluá, Colombia, 1969), encontramos que la tensión entre asuntos dichos, cuando no manidos o amañados, por la crítica literaria, y la búsqueda de nuevos horizontes reflexivos se resuelve a favor del ensayo, ese género que permite afirmarse en una tradición, reexaminándola y reiterándola, para luego bosquejar, arriesgar la apertura de nuevas ventanas hacia fragmentos distintos de esa realidad; en este caso, el debate inacabado en torno al Post-Boom como denominación y como tendencia literaria.

Para que se me entienda mejor, en El arte de la novela…, la primera nueva ventana que abre Alejandro José López es la propuesta de una relectura crítica del Post-Boom a la luz de tres autores emblemáticos de este movimiento específicamente narrativo: Manuel Puig, Antonio Skármeta y Ángeles Mastretta. Tres geografías distintas (Argentina, Chile y México); tres momentos fundamentales para comprender que el Post-Boom, siempre a la sombra del Boom activado por García Márquez, Vargas Llosa, Fuentes y Cortázar, y a diferencia de aquello que cierta crítica literaria denominó "Boomcito" o, peor aún (y esto sonará a marca de un yogur famoso), "Boom junior", generó niveles de autonomía y prestancia estéticas con base en nuevas propuestas narrativas, en la exploración de temas cruciales de época y en el vínculo de campos políticos, culturales y sociales afines a quienes, bien por sincronía cronológica, o bien por coincidencias lectoriales y escriturales, fueron inscritos en la plana del Post-Boom después de 1970. Hablo también de los escritores Severo Sarduy, Óscar Collazos, Mempo Giardinelli, Ricardo Piglia, Alba Lucía Ángel o Héctor Aguilar Camín, junto a otros que Ángel Rama había denominado –como bien recuerda López Cáceres– los "novísimos" o, mucho más justo, los "contestatarios del poder".

La segunda ventana que se arriesga a abrir el ensayista nos sitúa frente a las particularidades estéticas y contextuales del Post-Boom, soslayadas por un gran sector de esa "crítica ligera" –para decirlo a la manera de José Asunción Silva– que solo vio en aquella tendencia una simple continuación "mediocre" y epigonal del Boom, pero que también, desde la otra orilla del tinglado, elevó a niveles superlativos los alcances de la nueva narrativa latinoamericana, víctima en menor medida, en todo caso, del marketing y del "comentarismo" promocional que catapultó al Boom desde el "desarrollismo académico norteamericano" (López, 2016 18), surgido entre los años 60 y 70. Por el contrario, a Alejandro José López le interesa explorar las dificultades del Post-Boom en el marco de su problemática legitimación cultural –que arranca con el tropiezo metodológico implicado en el carácter subsidiario de su denominación– y de su auge y declive, situándose en el gran marco que sostiene esta ventana; es decir, la pregunta por la representación ficcional y el influjo de fenómenos culturales propios del escenario latinoamericano posterior al medio siglo XX.

López recoge acercamientos críticos de expertos en literatura latinoamericana como Raymond Williams, Daniel Blaustein, Emmanuel Tornés Reyes, Fernando Alegría o Francisca Noguerol Jiménez para superar el debate entre Post-Boom/Posmodernismo y, más bien, revisar dos de las características esenciales de esta narrativa frente a su antecesora: el regreso al gusto por contar y el abandono de la tentativa totalizadora. Ahora interesará más volver a la trama y relativizar realidades, lo primero, sin el abandono de la técnica narrativa (de la cual es cimero exponente el Manuel Puig de La traición de Rita Hayworth) y lo segundo, para asumir cierto anti-trascendentalismo o anti-novelación total que desemboca en el tratamiento de los asuntos que, en verdad, según López, interesan al Post-Boom: la cultura de masas, los dramas del exilio y el devenir de las dictaduras y las democracias de fachada. Se trata de un pulso que Ángel Rama denominaría el "ingreso a la gran historia", de lo cual da cuenta la narrativa del Post-Boom al capturar las resonancias que tiene el espectro histórico-político y social abierto por la Revolución cubana en 1959 y continuado por la brutal bota militar de los años 70 y 80 en la mayoría de países latinoamericanos.

La tercera ventana es quizá el aporte más afortunado del libro. La reflexión crítica, que transita por la apertura de nuevas puertas hacia la relectura de las novelas de Puig y de Skármeta en función de las reiteraciones (móvil del ensayo en su tarea de volver a oír y volver a mirar) sobre el kitsh, la identidad y el lector-confidente, en el primero, y el humor, la poesía y la escritura anfibia, en el segundo, se detiene con justicia en la vida y obra de Ángeles Mastretta, sobre quien ha llovido un chaparrón descalificatorio basado en la supuesta tentativa por la novela rosa que señaló un buen sector de la crítica académica desde la aparición de la emblemática Arráncame la vida en 1985. El riesgo que sobresale en el ensayista es asumir la defensa de Mastretta en términos de su distancia de la figura del escritor erudito y autosuficiente familiar al Boom, así como de su abrazo sin cortapisas a la cultura popular mexicana.

Bajo el prurito de la "literatura fácil" o tachándola de simple "novela de entretenimiento" (¿y qué novela no lo es?, pregunto yo), algunos críticos mexicanos descartan la calidad de Mal de amores o de Mujeres de ojos grandes. Pero en esta ventana Alejandro José López no se estanca en la discusión sobre la estética de Mastretta sino que también interroga y responde a la postura feminista de la narradora mexicana, en el sentido de que bajo su convicción la diferencia en la literatura no la aporta el género sino la calidad de quien escriba. Al intentar una respuesta a las motivaciones de Mastretta para negar una postura feminista en sus ficciones, López arriesga esta hipótesis, que me parece coherente y acertada en relación con el deber del oficio literario: "Seguramente, la preocupación que está detrás de esta negativa se relaciona con los riesgos de estos rótulos que encasillan, que terminan segregando a los propios escritores, apartándolos en una especie de gueto minoritario, marginal" (López, 2016 133). A esto debo añadir el hecho de que el autor recupere los años de deterioro que aquejaron al Post-Boom y recuerde cómo desde mediados de la década del 90 del siglo XX nuevos escritores tuvieron a bien desmarcarse de aquél prurito "continentalista" para reclamar un lugar más allá de los ismos literarios o geográficos. De ahí Roberto Bolaño, Jorge Volpi, Rodrigo Fresán o Santiago Gamboa.

Vale decir en este punto que El arte de la novela… continúa en la trayectoria ensayística de Alejandro José López lo fundado en otro de sus libros. Me refiero a Pasión crítica, reeditado en 2017 por la Universidad del Valle y en el que a lo largo de diez ensayos su autor quiere poner sobre la mesa el carácter divulgativo de la crítica literaria más allá del necesario pero, a veces, extremo rigor de la academia. De ahí que el libro esté dividido en dos partes, la del "Auctor un fabula" y la del "Lector in situ", asunto este que ya anuncia el estatuto dialógico de los ensayos que tenemos entre manos. Desde Juan Carlos Onetti a Óscar Collazos, pasando por autores regionales, este volumen se muestra como un inventario de lecturas personales y la búsqueda entre líneas de una poética de autor con base en las huellas de encuentros literarios provocativos y provocadores guardados en la memoria formativa del escritor.

Por último, volviendo a El arte de la novela..., la apertura de la cuarta ventana queda en mis manos. Quiero decir que en 2016 fui jurado del Concurso Jorge Isaacs en la modalidad de Ensayo junto a los académicos Ana María Agudelo y Cristo Rafael Figueroa. Luego de la lectura de 21 textos que se movían entre el alegato seudo-religioso, el pensamiento pedagógico ligado al arte, las divagaciones subjetivas en torno a nada y el peso político de la caricatura, los tres coincidimos en que cinco ensayos sobresalían por la solidez de sus propuestas. Y entre aquellas un libro brillaba por el rigor de su escritura, la seriedad en sus juicios y la sustentación de la mirada crítico-literaria. Me refiero, claro, a El arte de la novela en el Post-Boom latinoamericano. Lo que quizá nos faltó decir en el acta del jurado fue que el volumen –editado ahora con gran calidad por la Universidad del Valle– inaugura de muy buena manera las revaloraciones necesarias que seguramente vendrán en torno a aquella tendencia narrativa que también involucró a muchos novelistas colombianos, a la espera de ser estudiados con la misma pasión y el mismo rigor ofrecidos por Alejandro José López en su más reciente deriva ensayística.

Citas de pie de página

1 profesor de la Escuela de Estudios Literarios de la Universidad del Valle. Poeta y ensayista. Actualmente dirige el Programa de Licenciatura en Literatura de esta misma universidad. Ha publicado, entre otros libros, Esplendor de la ceniza (2004), El signo del centauro (2007) y La piel en pena (2014), así como diversos ensayos sobre crítica y discurso ensayístico. Pertenece al Grupo de Investigación Autores Colombianos y Latinoamericanos.