Marcano, Óscar. Solo quiero que amanezca. Caracas: Seix Barral. 2006. Impreso.

Del extravío y la belleza: aproximaciones a "Solo quiero que amanezca" del escritor venezolano Óscar Marcano

From the missing and the beauty: aproximations to Solo quiero que amanezca by venezuelan writer Oscar Marcano

Juan Joel Linares Simancas
Docente, Universidad de los Andes, Trujillo, Venezuela
E-mail: caicare1@gmail. com


Resumen

La literatura y la ciudad podrían equipararse como esos espacios donde todo puede suceder. Si en la primera pueden habitar más misterios que en el fondo del mar, en la segunda todo está permitido, nada se excluye, y el ocurrir de cosas inusuales adquiere rango de cotidianidad común. Los espacios urbanos hacen de la medianía del vivir, un lugar para el desarrollo de todas las facultades humanas; allí el sujeto debe proveerse de herramientas para desarrollar y producir un sistema de vida acorde con las exigencias que la ciudad reclama. De allí que la obra del escritor venezolano Óscar Marcano, Solo quiero que amanezca (2012), planteé estos rasgos que definitivamente han marcado a la literatura venezolana contemporánea.

Palabras clave: ciudad; desolación; escritura urbana; ficción.


Abstract

The literature and the city could be equated as those spaces where anything can happen. If they can live more mysteries than in the sea, in the second everything is permitted, nothing is excluded in the first, and unusual things happen acquires range of common everyday. Urban spaces, make the mediocrity of living, a place for the development of all human faculties; there must be provided the subject of tools to develop and produce a way of life consistent with the requirements that the city claims. Hence the work of writer Oscar Marcano, "I just want to dawn" (2012) raised these traits have definitely marked the contemporary Venezuelan literature.

Keywords: city; desolation; writing urban; ficcion.

Para Dexy


La literatura y la ciudad podrían equipararse a esos espacios donde todo puede suceder. Si en la primera pueden habitar más misterios que en el fondo del mar, en la segunda todo está permitido, nada se excluye, y el ocurrir de cosas inusuales adquiere rango de cotidianidad común.

Los espacios urbanos hacen de la medianía del vivir, un lugar para el desarrollo de todas las facultades humanas; allí el sujeto debe proveerse de herramientas para desarrollar y producir un sistema de vida acorde con las exigencias que la ciudad reclama.

Ante la imposibilidad de generarse comodidades de vida en la ciudad, esta deviene en un lugar hostil que arrincona a sus habitantes hasta llevarlos a las orillas, o periferia de su condición humana.

El libro de relatos Solo quiero que amanezca (2012), del escritor venezolano Óscar Marcano (1958), muestra cómo la ciudad, más que un simple escenario, deviene en un horizonte de desolación y extravío para sus ciudadanos. Sólo quiero que amanezca reúne 21 cuentos distribuidos en dos partes: la primera, "Mester de clerecía", con 10 cuentos y la segunda parte, "Mester de goliardía", los otros 11 restantes. Resulta irónico la denominación de las partes del texto, a sabiendas que los mesteres son las composiciones medievales atribuidas, las primeras, a los clérigos cultos, y los segundos, a vagabundo o trovadores orales que hacían de la calle su teatro poético.

Adentrarse en el universo de cada uno de los cuentos que nos compete, es descubrir cómo cada uno de sus personajes viven una especie de submundo particular, rodeado de fracasos y situaciones límites, que hacen a estos personajes sujetos de la desilusión y el desamparo; seres de la derrota, para quienes la vida solo es posible desde el fracaso moral, laboral, amoroso y en el que el futuro es solo un verbo que ellos se resisten a conjugar.

Todo los cuentos desbordan pesimismo y aburrida cotidianidad urbana, personajes de a pie: grueros recién salidos de la cárcel, músicos desempleados que terminan vendiendo pizza, taxistas que seducen a clientas con cáncer, drogadictos que recuerdan que tuvieron otrora parejas e hijos, asistente de libreros que nunca terminaron nada, y hombres que sus esposas se dejan golpear por un hombre, novio o astrólogo de segunda.

Más de la mitad de los relatos cuentan historias masculinas, narradas en primera persona; son los hombres quizás los grandes protagonistas de Marcano. De diversas edades son los personajes varones. Lo curioso es que todos, de alguna manera, han sido poseídos por el desencanto contemporáneo, esa modernidad ilusa y paradójica que une contrarios, como apunta Marshall Berman (Todo lo…), cuando señala que:

La modernidad une a toda la humanidad. Pero es una unidad paradójica, la unidad de la desunión: nos arroja a todos a una vorágine de perpetua desintegración y renovación, de lucha y contradicción de ambigüedad y angustia (1).

Seres con "alma de caqui" recorren las calles de la ciudad; en carro o a pie, pero claros que a la mayoría nada la ata, ni espera, y a quienes los esperan son "esposas o parejas hastiadas llenas de remordimientos, a quienes apenas los une, recuerdos pasados, hijos a punto del vicio, o sexo consolador, producto de la costumbre y donde el amor hace rato ya no es parte de ninguno de los dos.

En uno de los cuentos se lee:

...Estábamos casados pero no vivíamos juntos... no funcionaba, nos amábamos, pero no parecía funcionar por el momento. Al menos en la convivencia. En la cosa menuda. Ella sentía que la esclavizaba. Yo, que no me atendía lo suficiente... Así que unas veces ella se quedaba en mi apartamento y otras veces yo me quedaba en el de ella (Marcano, Solo quiero… 79-80).

Hombres que fuman como turcos, candidatos constantes al suicidio, pero que les da miedo. Seres que se refugian en el alcohol como único aliciente para sobrellevar su derrota; en el bar, o en el apartamento, el licor es el más fiel compañero, sirve para recordar un tiempo mejor y para olvidar el instante, que pesa y succiona como los zancudos de Cagua.

Cerveza o whisky son los nutrientes pasionales de los personajes de Marcano, ya sea para sortear su suerte o para entender que el mundo nada les ofrece. Dormir solos con sus parejas o cualquier puta conocida en el bar de Tony, da igual, nada estremece a estos hombres que con una extraña, pero convincente dignidad, viven su básica y elemental existencia como que si fuese la alternativa única de estar en este mundo. Si los hombres en Sólo quiero que amanezca, viven un holocausto, su propia guerra de vida, las mujeres no están muy lejos de esa condición de desmesura que ofrece la ciudad y la realidad urbana.

Dora, Isaura, Mayerlin, Lula y Tamara, entre otras, son las protagonistas de estos relatos; mujeres que en un momento creyeron que al lado de una pareja la vida les sonreiría, se convierten en víctimas inocentes de esa caterva de hombres que al comienzo las seducen como princesas, para luego tratarlas como electrodomésticos y, finalmente, dejarlas por cualquier meretriz o vicio pendejo.

En el cuento "Una mujer sentada en una caja" se lee:

La había conquistado con el cuento de que sus espíritus se habían estado buscando desesperadamente en el transcurso de las reencarnaciones. Que su encuentro estaba pautado desde siempre… Una historia de amor signada por el decurso de muchas transmigraciones… él era el Príncipe, ella la Doncella, él era el caballero, ella su dama… fue un lindo cuento… Ahora se había largado con la primera puta que había aparecido. Seguramente a ella también la habría presentido… con tales patrañas la había seducido. Pero el sábado le había dicho: lo siento. "no eras tú". Y se marchó con la otra. Con esa puta. Seguramente la estaría deslumbrando con la misma vieja muela de los espíritus persiguiéndose, mientras ella recibía el futuro en la cima de una caja de cartón (Marcano, Solo quiero… 59-60).

También se palpa cómo las mujeres padecen las mismas vicisitudes de los hombres, quizás con menos pesimismo, puesto que, desde su derrota marital y afectiva, aún creen en el futuro, son capaces de reintentar con otra pareja de perfil particular, policía, astrólogo o gruero. Nada las limita, solo su propia voluntad. Hoy dejan un amor, marido o peor es nada y siguen en esa búsqueda de felicidad social que supone genera un hogar constituido.

Si los hombres y mujeres de cada relato viven una especie de descalabro individual, las parejas sobrellevan una vida de contradicciones bien lejos de lo que podía llamarse un matrimonio o relación feliz.

Dora y Erik del cuento "Sólo quiero que amanezca", viven juntos, "ambos venían de un destino. Ella del hospital, él de la cárcel" (101). Su relación ya agotada se sostiene por una complicidad silente, Erik de alguna manera había generado un accidente de tránsito donde murieron tres jóvenes, tal situación no lo dejaba dormir y Dora lo consolaba "con tono de buena esposa" (104) y, a la vez, le reprochaba su participación. En una oportunidad, Erick había intentado matarla con un martillo, ella lo perdona y sobreviven a una relación sin realidad, ni afectos, "no habían tenido hijos ni grandes noches ni un perro. Once años de vida marital, un apartamento alquilado y un auto" (ídem), era todo lo que les unía o mantenía juntos.

Eva y Frank, ella lo ama, él solo está con ella por costumbre, "en los últimos meses su relación había sido estrictamente genital. Atrás habían quedado cortejos y galanteos" (93-94). Eva anhela que todo vuelva a ser como antes, él "ya no tenía gesto de afecto para ella" (93). Una pareja sin sentido, hastiada de la monotonía del compartir, pero donde ninguno asume la valentía de romper con el círculo cruel que los envuelve.

Parejas que viven y no conviven, situaciones de tolerancia en las que se permite novio a la esposa ("Un día subes y lo escuchamos"); esposas que dejan sus apartamentos ante el abandono por una puta del esposo; la memoria que se guarda en una caja de cartón ("Una mujer sentada en una caja"). Matrimonios que solo comparten pasiones y tragos, cada uno por su lado, todo menos compromiso; "estábamos casados, pero no vivíamos juntos. No funcionaba, nos amábamos, pero no parecía funcionar por el momento" (79). Nada parece funcionar en las parejas de los relatos de Marcano, solo la certeza de que la vida es así. Y no hay necesidad de cambiarla.

Todas y cada una de las historias de los 21 cuentos de Solo quiero que amanezca tienen lugar en la ciudad. Caracas es el horizonte donde nuestros pesimistas héroes de la cotidianidad hacen de su existir una posibilidad de vida. La Ciudad Moderna, con todos sus avatares y bondades, excesos y plenitudes, genera un individuo que habita entre muchedumbres solitarias, seres que apenas conocen al vecino del apartamento del frente, o un simple saludo matutino es lo que les une al resto del mundo; nada genera confianza en otros, solo se piensa en sí mismo, "reina la indiferencia de masa" (Lipovetsky, La era…).

En nombre del progreso y la inmediatez, la ciudad hace de sus habitantes, números, objetos de consumo masivo; el placer se convierte casi en la norma que rige todos los comportamientos, hay una deslegitimación de los afectos y el futuro. En este sentido, "se disuelve la confianza y la fe en el futuro, ya nadie cree en el porvenir radiante de la revolución y el progreso, la gente quiere vivir enseguida, aquí y ahora, conservarse joven y no forjar al hombre nuevo" (Lipovetsky, La era… 9).

La ciudad contemporánea o posmoderna, hace de sus ciudadanos seres del desencanto, cofradías de miserias o, como diría Arnaldo Valero (Bajo el signo…), para referirse a los personajes de Marcano, "criaturas que padecen una penosa expulsión del reino de la esperanza y sobrellevan una existencia al margen de una auténtica razón para vivir" (9).

Si "el individuo posmoderno está desestabilizado" como apunta Lipovetsky, los personajes de Solo quiero que amanezca, son posmodernos, hombres y mujeres de la ciudad que transitan la vida sin certeza, ni sueños. No les perturba el futuro como promesa de felicidad, al contrario, asumen su derrota y desolación con dignidad delirante. El cuento "A los que nunca terminaron nada" ilustra esta desestabilización posmoderna; una pareja que se conoce en un bar de segunda se dicen entre sí, él que desperdicia su existencia, ella que no le gusta el olor ni el sabor de la vida.

Convencido de que esa es la vida, no reclaman, ni envidian a nadie, se asume como normal la derrota; ya el nombre del cuento "A los que nunca terminaron nada", prefigura una idea de pesimismo como forma natural de la existencia. Todos y cada uno de los cuentos de Óscar Marcano, son una especie de celebración al terrible desencanto de la vida, a la tragicomedia del existir, vista desde la cotidianidad vacía. Cuentos narrados con impecable calidad literaria. Sólo quiero que amanezca apunta en convertirse en uno de esos textos claves para la comprensión de la nueva narrativa venezolana, literatura del extravío y la belleza más allá del tema que se aborde, es decir, la confusión del vivir convertida en ironía.


Referencias

Berman, Marshall. Todo lo sólido se desvanece en el aire. Colombia: Siglo XXI Editores. 1991. Impreso.

Lipovetsky, Gilles. La era del vacío. Barcelona, España: Anagrama. 2000. Impreso.

Valero, A. Bajo el signo de Sísifo, en prólogo a "Sólo Quiero que amanezca".Caracas: Seix Barral. 2006. Impreso.