A falta de un animal
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En el principio de los tiempos el mundo como mundo no existía. Todo era tinieblas y oscuridad. El caos reinaba por completo. En vista de esa situación los dioses se inventaron la luz y la luz fue hecha. Crearon el mundo con sus cielos y sus mares y, por supuesto, dejaron El Monte como el más hermoso de los vivideros de ese mundo nuevo. Cuando se dieron cuenta de que a esta creación divina le faltaba un ingrediente adicional para que quedara completa, dieron vida a los animales para que, conviviendo en paz y armonía, gobernaran y conquistaran las bellezas del mundo. Y éstos, bien mandados, se esparcieron por la inmensa geografía terráquea, invadiendo cielos, mares y El Monte con toda su espesura.
Rodríguez, C. (2018). A falta de un animal. Poligramas, (46), 207–214. https://doi.org/10.25100/poligramas.v0i46.7023